Como punto de partida, es importante definir lo que es en sí un estilo de vida, ya sea inteligente o no. Cada día, las personas llevamos a cabo una vasta cantidad de tareas, actividades y acciones, las cuales se realizan en diferentes lugares y mediante el uso de una gran variedad de objetos. Todas estas acciones y tareas, ya sea conducir hacia el trabajo, llevar consigo una maleta con ropa deportiva, comprar un cappuccino moka, etc, tienen sus implicaciones y repercusiones. Cualquier evento, por más trivial que parezca, tiene un impacto social, ambiental, personal, y económico, que se relacionan entre sí, de manera directa o indirecta.
Tomar conciencia de este hecho irrefutable, nos conduce como individuos a valorar nuestro accionar y sus consecuencias, insertándonos en una continúa búsqueda de medios más eficientes, seguros, limpios y sostenibles, para desenvolvernos y conducir nuestra cotidianidad de manera integrada. Es a partir de esta integración cuando podemos comenzar a hablar de estilo de vida inteligente, el cual se basa en la aplicación de la tecnología y el diseño, para llevar la calidad de vida del usuario al siguiente nivel.
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